A 100 metros bajo tierra, en la frontera entre Francia y Suiza, se erige una construcción de 27 kilómetros de circunferencia con la que los físicos pretenden desentrañar los secretos del Big bang.
Se trata del Gran Colisionador de Hadrones, (LHC, por sus siglas en inglés) en cuyo interior chocarán haces de protones a velocidades cercanas a las de la luz.
Cuatro enormes colisionadores serán los encargados de analizar las partículas resultantes de las colisiones de dos mil millones de protones en condiciones semejantes a las registradas justo después del big bang (gran explosión).
El CMS es uno de los cuatro experimentos de física de las partículas preparados por el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) dentro del proyecto LHC.
"Es una sensación fantástica, como esperar un bebé que va a nacer, salvo que ha tardado 19 años en vez de nueve meses", comenta entusiasmado Daniel Denegri, responsable de ese experimento, que comenzará a funcionar entre julio y agosto de este año.
Por el momento, los técnicos se afanan en poner a punto los colisionadores, el mayor de los cuales, Atlas, mide 25 metros de diámetro por 46 metros de largo.
En el interior del túnel, algunos técnicos circulan en bicicleta por un interminable tubo de helio líquido. Este gas permitirá enfriar los imanes supraconductores hasta una temperatura de -271 grados para orientar los haces, el uno hacia el otro.
Dentro de los colisionadores, la temperatura superará a la del Sol, y a partir de las colisiones podrían crearse "materia negra" y "energía negra", que componen el 96% del universo.
Esta perspectiva suscita inquietud entre aquellos que temen ver desaparecer el planeta en una especie de gran agujero negro.
"Recibimos muchas llamadas de personas preocupadas", asegura Sophie Tesauri, de la oficina de prensa del CERN. "Pero no hay nada que temer: la cantidad de materia negra será ínfima", agrega.
Un experimento mundial
Más de 10.000 investigadores de 500 institutos del mundo entero han trabajado en este proyecto valorado en 6.030 millones de francos suizos (3.900 millones de euros).
"Lo fascinante es haber logrado ensamblar todo esto con ingenieros y físicos del mundo entero", comenta Niko Neufeld, uno de los responsables del proyecto, quien agrega que todos trabajan juntos, "incluso los israelíes y los palestinos".
Igual de espectacular es la sala informática del CERN y sus 3.000 ordenadores que deberán seleccionar los mil millones de bits de informaciones enviadas cada segundo por los colisionadores.
El CERN está conectado con unos cien centros de investigación del mundo que participan en el análisis de los datos.
Dos de los colisionadores, el CMS y Atlas, compiten entre sí por detectar el santo grial de la física: el boson de Higgs, una partícula descubierta por deducción en 1964 cuya existencia no se ha demostrado. Los primeros que lo consigan bien podrían llevarse el Premio Nobel.
La grandiosidad del LCH, que será inaugurado oficialmente en octubre, da algo de vértigo a los científicos. "Si no encontramos nada de espectacular, será quizá el último proyecto de este tipo", reconoce Denegri.
La participación colombiana
Grupos de investigación de tres universidades del país hacen parte de los experimentos del CERN.
Desde 2006 el Grupo de Altas Energías de la Universidad de los Andes participa en el CMS, y desde el año pasado la Universidad Antonio Nariño de Bogotá, trabaja en Atlas, experimento en el que también contribuye la Universidad de Antioquia.
En este proyecto, comparten trabajo con universidades tan prestigiosas como Oxford y Harvard, entre otras 166 instituciones de 37 países del mundo.
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